martes, 13 de noviembre de 2012

Experiencia de Fausto

Me siento como esos hombres a los que se refería Schopenhauer que estaban condenados a remar toda su vida en un bote sobre cemento sabiendo que nunca llegarían a ningún puerto, lo llamaba voluntad de vivir,
 él lo consideraba un error innato.
Baltasar Gracián decía que la vida es desengaño, que consiste en el engaño y poco a poco, conforme pasa el tiempo, nos vamos desengañando y el final es la muerte, es la forma perfecta de desengaño. Cuando estamos desengañados no tenemos nada a lo que vincularnos y nos dejamos morir. 
El error consiste en creer que la vida es la pulsión que nos lleva a vivir como si la voluntad de nosotros fuera la voluntad que agota la vida, los delirios de grandeza del que ha tenido que vivir intensamente como si la vida fuera en su totalidad él, la vida completa que es eterna y de la cual nosotros sólo somos una parte, se manifiesta como si nosotros fuéramos una totalidad, esto nos hace creer que tenemos una voluntad de vivir, y esa es la razón por la que sigo aferrada al dolor esperando un milagro que se que nunca va a llegar.

Cuanto más intensa es mi voluntad de vivir, mayor es el dolor que puedo soportar y peor se convierte el mundo para mi.
La voluntad de vivir más intensa es aquella que reclama el pacto con el diablo que ha construido el mundo, reclamar el tiempo, con la condición de que la experiencia del deseo sea borrada, olvidar esa experiencia para vivir otra con más intensidad y así poder vincularnos a algo. La experiencia de Fausto

Pero ¿cómo conseguir que la voluntad de vivir no tenga un objeto?
Si esto es así sólo nos quedan las partituras de Wagner. Liebestod


*En esta entrada quise exponer la visión de Schopenhauer y Gracián, pero esa visión de la voluntad de vivir como un error innato no es la mía.

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