viernes, 30 de diciembre de 2011

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"¿Qué te da tanto miedo?. Mucha gente moriría por tener el cenicero de su cuarto con colillas manchadas de tu pintalabios." realmente es lo más bonito que me han dicho. Ni que decir tiene que yo también te quiero, que todo lo que tengo es tuyo, y que lo mejor del año es que estás bien. De suerte que me llevo tu beso al 2012.







lunes, 26 de diciembre de 2011

EL CUERPO DE LAS MUJERES

Estamos tan acostumbradas a mirarnos a través de los ojos de los hombres que ya no sabemos reconocer qué queremos realmente y qué nos hace felices. Miramos nuestros senos, nuestras bocas, nuestras arrugas, como pensamos que un hombre nos miraría. El modelo corriente de belleza no nos representa y es, como poco curioso, que la publicidad utilice imágenes con referencias sexuales atractivas para los hombres pero con la finalidad de atraer a un público femenino.
La televisión esta a punto de destruir la poética potencialmente expresada por el rostro humano.
No puedo dejar pasar una entrada como esta, es un documental que dura 25 minutos y que todo el mundo debería ver.



sábado, 17 de diciembre de 2011

Diario de un Seductor, Sören Kierkegaard

 Él utilizaba a los individuos sólo para estimularse, y luego los dejaba a un lado, como los árboles se desprenden de las hojas: él se rejuvenecía, las hojas se marchitaban.
Pero, ¿cómo juzgaba todo esto en su interior? Yo pienso que quien lleva a otros al error terminará cayendo en el error. No ha confundido a otros sólo aparentemente, sino en lo más profundo. Indicar a un viajero extraviado un camino equivocado, o sea, dejarle a uno en su error, es una acción muy reprobable, pero nunca se puede comparar con conducirle a uno para que se pierda en sí mismo. Al viajero extraviado le queda, por lo menos, el consuelo del paisaje que cambia continuamente a su alrededor, y en cada recodo le nace la esperanza de encontrar, por fin, un camino de salida, pero quien está perdido en sí mismo no tiene mucho espacio para dar vueltas. 

Comprende rápidamente que se encuentra en un laberinto del que no podrá salir nunca. Pienso que, un día u otro, podrá sucederle a él, pero en su caso será mucho más horrible. No puedo imaginar nada más tortuoso que un talento intrigante que haga perder la orientación y que, cuando la conciencia le despierta, para intentar reorientarle, dirija contra sí mismo toda su agudeza. ¡Su guarida de zorro no tiene muchas salidas! En el mismo instante en que su alma angustiada cree ver llover a través de la luz del día, se da cuenta de que es una nueva entrada y, como fiera aterrada, busca continuamente salidas, pero sólo encuentra entradas que lo llevan a sí mismo.

A un hombre así no siempre habría que llamarlo criminal, porque a menudo le engañan sus propias intrigas y recibe un castigo mucho más terrible que un verdadero delincuente; pues, en realidad, ¿qué es el dolor de la expiación comparado con este delirio consciente? Su castigo tiene un carácter puramente estético, porque hasta el despertar de su conciencia le resulta un término demasiado ético. La conciencia se le aparece tan sólo bajo la forma de un conocimiento superior, que se exterioriza como inquietud y ni siquiera puede decirse que le acuse con toda propiedad, sino que le mantiene despierto y priva de todo descanso a su estéril agitación. Y sin embargo no es un loco, ya que la infinita multiplicidad  de sus pensamientos no se ha petrificado en la eternidad de la locura.

Tampoco la pobre Cordelia encontrará fácilmente la paz. Ella le perdona en lo más profundo del corazón, pero no encuentra tranquilidad, porque la duda renace en su alma: ella rompió el noviazgo, ella fue el motivo de su infelicidad, su orgullo anheló lo insólito. Siente entonces remordimiento, pero no tiene tranquilidad, porque inmediatamente su conciencia le dice que ella es inocente: fue él quien, consciente de su engaño, sugirió esa conducta a su alma. 

Al fin odia, su corazón encuentra consuelo en la meditación, pero ella no encuentra tranquilidad, porque vuelve a hacerse reproches: reproches por haberlo odiado, reproches porque ella, aunque engañada por la astucia de él, se siente siempre culpable. Grave le resulta el engaño de él, pero aún más grave, nos atreveríamos a decir, fue la reflexión que él despertó en ella, su desarrollo estético, de tal forma que ella ya no puede prestar humildemente oído a una sola voz, sino varios discursos a la vez. 
Cuando en su alma se despiertan los recuerdos, ella olvida culpa y pecado, para evocar tan sólo los instantes de felicidad, y volviendo a caminar por los momentos felices se deja embriagar por una exaltación innatural. En tales momentos ella no sólo lo recuerda, sino lo evoca con una clair-voyance que demuestra hasta qué punto ella ha quedado plasmada. 

En una ocasión me escribió una nota en la que se expresaba así acerca de él: -Unas veces él era tan espiritual, que yo, como mujer, me sentía anonadada; otras, tan impetuoso, apasionado y seductor, que casi temblaba ante él. A veces parecía que yo le resultaba una extraña, mientras en otro momento se abandonaba por completo en mis brazos, pero, luego, al abrazarlo, de repente desaparecía completamente y yo abrazaba simplemente unas nubes. Antes de encontrarlo, ya conocía yo esa frase, pero sólo él me enseñó su significado, y cuando la empleo siempre pienso en él, pues creo que es capaz de conocer cada uno de mis pensamientos. Desde mi infancia amé la música: él era un maravilloso instrumento, siempre afinado,rico en tonos como ningún otro. Todos los sentimientos y estados de ánimo estaban fundidos en él; poseía fuerza y delicadeza en el sentir; ningún pensamiento le resultaba demasiado elevado, ninguno excesivamente arriesgado. Sabía enfurecerse como una tormenta de otoño, pero también susurrar imperceptiblemente. 
No le dirigí una palabra que no buscara un efecto en él, pero no soy capaz de decir si él lo captó, porque me era imposible conocer el efecto surgido. Con un indescriptible, aunque misterioso y bienaventurado sentido de angustia, escuchaba esa música que yo misma evocaba y que, sin embargo, no evocaba.


Una música, con cuya dulce armonía él siempre sabía arrastrarme...



jueves, 8 de diciembre de 2011

Unas zapatillas de niña y siete céntimos

Hoy he visto unas zapatillas de niña abandonadas, ojalá me cupieran los pies en ellas para ponérmelas y ver a través de los ojos de una niña. 
Unos días antes mis padres me habían dicho que les devolviese el dinero de la natación si no iba a ir, mi sobrina de 5 años estaba pintando en el suelo, esperó a que mis padres se metieran en la cocina y me dijo en voz baja: 

-yo tengo dinero, puedo dejártelo si quieres.

Yo también estaba pintando con ella en el suelo, solté el lapiz y me quedé mirándola con la boca abierta, no me salía ni una palabra, ella me miró extrañada, no entendía porqué me había sorprendido su respuesta. Que linda, quizás tendría un euro en su hucha, o quizás ni siquiera era dinero de verdad.

En una ocasión la llevé a comprar golosinas, me puse un bolso y cogí el móvil y el monedero, vi como ella me imitaba y metía en su bolsito un monedero y un móvil de juguete. Cuando llegamos a la tienda y compramos las golosinas sacó su monedero y dijo: 

-yo pago. 
La cogí en brazos porque no llegaba a la caja y sacó siete céntimos. La dependienta y yo nos echamos a reir.

-Está bien pequeña, pero déjame que pague yo también ¿no? que yo también quiero comer golosinas.

Las dos nos largamos de allí con nuestros respectivos bolsitos, ella queriéndome, y yo mucho más a ella.



lunes, 5 de diciembre de 2011

Un ascensor y el chico de las dilataciones

Da igual si son las nueve de la mañana o las siete de la tarde, Alfonso, el camarero de mi facultad, me llama la chica del martini porque sea la hora que sea siempre pido un martini con hielo.
Es un tipo entrañable, cuando entro por las mañanas a la cafetería siempre le busco con la mirada para darle los buenos días. Supongo que no me daría reparo pedirle un martini a otro camarero a esas horas tan tempranas, pero en cierto modo me molesta cuando otro camarero mira mi ticket de camino a la maquina de café y ve que no he pedido café si no martini, y se da la vuelta para preguntarme ¿blanco o rosado? disimulando su sorpresa, porque se les nota cuando disimulan, ponen la cara de profesional que no hace preguntas, se les nota porque no te miran a la cara, como si estuvieras haciendo algo prohibido pero no demasiado escandaloso, como cuando ves a dos gays besandose en el metro, que te sorprende pero no les miras porque no quieres que sientan que están haciendo algo que deba ser observado.
Él no, él siempre me lo pone sonriendo, me mira a la cara y me sonríe.

- Ponme un martini... ¡Que no! esta vez no Alfonso, ponme un colacao templado por favor. Y en un vaso de...
No me dio tiempo a terminar la frase cuando él ya había cogido un vaso de plástico, me había visto muchas veces pedir siempre a los demás camareros un colacao en vaso de plástico para llevármelo a clase. Siempre me mira por el rabillo del ojo cuando otro camarero me atiende. Me cuida, o almenos yo lo siento así.

A mi lado había un chico con unas dilataciones en las orejas y un tatuaje en el brazo, me escuchó bromear sobre el martini, intuyo que se imaginó que lo pedía habitualmente. Me miró y sonrió, yo también sonreí. Llegó mi colacao, le dí las gracias a Alfonso y me fuí. El chico de las dilataciones me dijo adios y yo le respondí, o al revés, no me acuerdo.

Hoy he corrido a coger el ascensor y el chico de las dilataciones en las orejas estaba dentro con una peluca puesta y una lagrima pintada. Miré hacia los lados en silencio unos segundos como si no pasara nada, él también hizo lo mismo, pero los dos nos miramos y soltamos una carcajada a la vez.
-Es... lo que está de moda ahora
-Ya..
Salí sonriendo del ascensor.


martes, 29 de noviembre de 2011

Un mechero sin chispa y una cocina llena de mierda

Esta mañana he oído el despertador como en un sueño, he abierto un ojo para ver que era tarde para llegar a primera hora, las 9:06. A las 9:07 estaba pensando en una frase que un borracho me había dicho después de darle dinero para vino: "que no tengas un día feliz, que tengas el día que tú quieras tener".
Bendita gente desconocida y fugaz, a veces llega a tu vida como un huracán que dura dos minutos y se larga dejando en tu cabeza marcas mas fuertes que las de la gente que ves a diario.
Y así me desperté, teniendo el día que quiero tener, no fui a clase y no fui a nadar como tenía pensado hacer. Hacer lo que me dé la gana sin sentir remordimientos aunque sea por un día.

Me puse los calcetines del día anterior en la cama para que no se me enfriasen los pies y fui a la cocina de mi piso claustrofóbico. Entre una montaña de cacharros sucios cogí uno de los pocos vasos limpios que quedaban. Después de tener cinco mecheros entre las manos di con uno que todavía tenía chispa para encender los fogones. Calenté la leche en un cazo sin reparar en el caos de aquello que pretendía ser mi cocina, y de brazos cruzados enfrente de la leche eché un vistazo al rededor, en un plato había unos huesos muy pequeños que deberían ser de algo así como un pollo, no me lo había comido yo porque yo no como pollo. Y como si hubiera absorbido toda la tranquilidad del mundo, puse un cigarrillo en mi boca, volví a mirar los huesos del pollo y me dí cuenta de que no soy una princesa, ni estoy tan sola como me sentía esa mañana después de haber tenido sexo con él, aunque él nunca hubiera estado allí.

En mi cabeza sonaba Louis Armstrong, When you´re smiling