viernes, 4 de mayo de 2012

por mucho que pasen los años de largo en su vida

El otro día vi en la tele un programa en el que una señora de unos 60 años contaba una historia de un amor pasado.
Contó que ella de joven siempre estuvo enamorada de un chico, pero que a los 25 iba a casarse con otro hombre que le hacía infeliz. Ellos seguían viéndose a escondidas y una nochevieja el chico le dijo: nos vemos en la playa al terminar las campanadas y nos fugamos juntos, si no vienes sabré que no me quieres.
Ella no fue.
Después de tantos años esta mujer fue a ese programa a decirle que en toda su vida no había podido ser feliz con ningún hombre, que no había dejado de pensar en él.
Él la reconoció al instante en la pantalla, a pesar de las arrugas de 30 años sin verse, y sonrió. Ella le preguntó si había ido después de las doce campanadas, él dijo que estuvo esperando toda la noche.

Él está casado y tiene hijos.
Ella se merece el dolor que sienten las orugas cuando les echan sal por encima.


Esta canción la escuché 16890 veces cuando era pequeña, es una estupidez, pero me acojona volver a escuchar ese disco. Ese verano lo recuerdo como el más feliz.