miércoles, 12 de junio de 2013

lucciola

Monté en el avión con la cara del que ve una pelusa en el vacío. No me había parado a pensar donde iba, solo sabia que iba a estar lejos y que no tenia billete de vuelta. Todos entendieron que tenían que dejarme ir, me miraban y no decían nada, se les veía en los ojos que me decían: cúrate. No tuve un gesto de ningún tipo durante el trayecto, me sentó mal no sentir nada, esperaba otra cosa, miraba los terrenos semi áridos desde la ventanilla imaginando que era un gigante con patas enormes, que podría bailar sobre todo aquello y que el mar era un charco que apenas salpicaría mis botas.
Al llegar vi todos los carteles del aeropuerto en otro idioma y me eche a reír, me eche a reír como si me fuera la vida en ello, en ese momento me di cuenta de lo que acababa de hacer. Fui corriendo al baño, me encanta ir a los baños de los aeropuertos porque todos los paises tienen pestillos diferentes. No hay una sola cosa que no recuerde de aquel día. Aquella noche pensé que me iba a morir de angustia, pero esa sensación desapareció tan rápido como vi el mar, y desde ese momento quise quedarme allí para siempre.

Hoy hace un año que me largué a pelear por mi paz.
¿Tú sabes lo que es la paz?

Amar, amar como si nunca te hubieran hecho daño.