martes, 29 de noviembre de 2011

Un mechero sin chispa y una cocina llena de mierda

Esta mañana he oído el despertador como en un sueño, he abierto un ojo para ver que era tarde para llegar a primera hora, las 9:06. A las 9:07 estaba pensando en una frase que un borracho me había dicho después de darle dinero para vino: "que no tengas un día feliz, que tengas el día que tú quieras tener".
Bendita gente desconocida y fugaz, a veces llega a tu vida como un huracán que dura dos minutos y se larga dejando en tu cabeza marcas mas fuertes que las de la gente que ves a diario.
Y así me desperté, teniendo el día que quiero tener, no fui a clase y no fui a nadar como tenía pensado hacer. Hacer lo que me dé la gana sin sentir remordimientos aunque sea por un día.

Me puse los calcetines del día anterior en la cama para que no se me enfriasen los pies y fui a la cocina de mi piso claustrofóbico. Entre una montaña de cacharros sucios cogí uno de los pocos vasos limpios que quedaban. Después de tener cinco mecheros entre las manos di con uno que todavía tenía chispa para encender los fogones. Calenté la leche en un cazo sin reparar en el caos de aquello que pretendía ser mi cocina, y de brazos cruzados enfrente de la leche eché un vistazo al rededor, en un plato había unos huesos muy pequeños que deberían ser de algo así como un pollo, no me lo había comido yo porque yo no como pollo. Y como si hubiera absorbido toda la tranquilidad del mundo, puse un cigarrillo en mi boca, volví a mirar los huesos del pollo y me dí cuenta de que no soy una princesa, ni estoy tan sola como me sentía esa mañana después de haber tenido sexo con él, aunque él nunca hubiera estado allí.

En mi cabeza sonaba Louis Armstrong, When you´re smiling